viernes, 11 de mayo de 2012

#72

Tuve un millón y medio de razones por las que creer que el mundo me devoraba los pies, los talones y los tobillos. Mi mala suerte no ha dejado de perseguirme desde que tengo memoria, y ahora no me queda más que detener y dejar que me alcance, al fin.
Una media sonrisa.
Un último adiós.

¿Quién me iba a decir que estaría en este fuego cruzado, donde las balas no dejan de rozarme?
No he dejado de caerme, no he dejado de recibir todo ese daño que no hace más que consumirme.
No encuentro el descanso necesario para tanta extenuación, para tantos pájaros negros en mi cabeza, y para frías gotas de agua que se asoman por la comisura de mis ojos.

Mi dualidad me ha vencido una vez más, y lo seguirá haciendo hasta que yo misma me sobreponga a todo, pero mis deseos deben sucumbir ante el deber y la prioridad.
No vivo aquí para beber de rodeos y paranoias.
Aunque me duela.
Aunque eso me castigue por donde más me duele.

Necesito las fuerzas que me faltan, el aliento que nada me brinda, y el ánimo que una vez me robaron.
Necesito que este reloj de arena deje de darme el coñazo.
Necesito que el mundo se detenga.
Necesito una realidad imposible y otra paralela a esta.


Me he cansado de malos consejos.
Y vuelvo a tropezar con la misma piedra de "vivir de ilusiones".
Un error más a mi lista de torpezas.

Soy asquerosamente vulnerable tras esta coraza de acero grisáceo.



atte.
Gé.

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