Es terriblemente agotador tener que acallar esas voces que te gimen desde lo más hondo y recóndito de tu propia piel. No he podido susurrar aún una melodía precisa para consolar a estas finos cristales que se deslizan por mis mejillas sin prisa... pero sin pausa. No puedo evitar dejarlas ir, entre un alborozo inestimable y una tristeza fruto de todo lo que pueda atolondrar, un manojo de nervios y un ramo de emociones.
He dejado de lado todo esto más de una vez. He dejado que los temores de quienes me rodean sean quienes de evadirme de los míos propios... y he dejado que eso me aprisione en mis momentos de soledad, cuando no hay nadie que se preste a brindar un hombro.
Como siempre, es hora de levantar la vista y no rendirse.
Por siempre, como he hecho siempre.
Las lamentaciones no han reservado tiempo en mi apretada agenda.
Ni yo misma.
Es tiempo de fastidiarme, reprimirme y caminar aunque me pese.
Todo este cansancio no tiene que ser más que un espejismo.
atte.
Gé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario