No sé. No sé nada realmente.
¿Y entender? ¿Qué demonios es eso?
Hoy arrojo mis tímpanos a un solo de guitarra, a siete notas suaves, o sencillamente al silencio que hubo entre un instante y otro.
Sigo jugando a la ruletilla, pero esta vez sobre un sendero de baldosas en llamas.
Me estoy quemando. Por dentro.
Me estoy desintegrando.
Pero mi taquicardia lleva tu nombre.
Tu maldito nombre.
Y ahora es cuando maldigo la devastación que provocas en mis expectativas.
En mi lento ritmo cardíaco.
¿Ya es la hora de mi dosis de espasmos?
¿Ya es la hora de que caiga en un bucle?
No, es hora de nervios por vena.
Eso sí, nada de arrepentirse.
Todo sucede por una extraña razón.
atte.
Gé.
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