
¿Por qué temblar en vano cuando ya estaba condenado? ¿Por que mis rodillas flaquean ante el miedo, ante lo que está a punto de suceder?
La gelidez de los barrotes ya me ha anunciado ese instante cientos de veces, cual susurro al oído, cual verdad irrefutable. ¿Qué más puedo hacer si no esperar con paciencia?
Supongo que, como ser humano, me toca estremecerme ante el miedo de que perderé la respiración y un dolor inmenso atravesará mi cuerpo, haciéndome convulsionar hasta que la muerte me arranque lo que me queda de aliento. Y todo ello bajo la ridícula forma de una cuerda y un cadalso.
Temible, amedrentador.
¿Este es mi fin después de tantos pecados?
Cual mal sueño, me revuelvo en el suelo de mi jaula.
Mi piel está dañada de tantos pellizcos. No volveré a despertar después de estar tanto tiempo dormido, ni si quiera las oraciones de aquellos que me piden confesión en nombre de Dios, de un Dios que me deja morir. Entonces, ¿de verdad existe o es la deidad más cruel que haya visto esta tierra?
Muchas preguntas y el tiempo se agota. La arena de mi reloj cae por última vez, y ya nadie podrá darle la vuelta para recomenzar la cuenta-atrás.
No puedo retener más esas finas lágrimas que se apelotonan en las comisuras de mis ojos, sin razón aparente. No me explico que me sucede en este preciso momento, cuando nunca le tuve miedo a la muerte ni a lo que me espera más allá de esa soga.
El mundo ahora se muestra extraño, ajeno, y me percato de que fui un inadaptado a sus vicisitudes, a su orden predeterminado por hombres que jugaban a ser más que poderosos. Una mueca última de asco, de incredulidad.
¿Realmente es este el fin que me espera?
Mis pasos parecen darme un afirmativo perezoso. Dejé de oír los cánticos en su nombre y solo me quedan las compasivas palabras de aquellos que, tarde o temprano, correrán mi misma suerte.
Mientras, viejas secuencias pasan ante mis pupilas sin yo poder descifrarlas.
Un niño, un joven, un hombre, un monstruo.
Una evolución truncada por manchas de humanidad.
Las cenizas de mi alma solo quieren echar a volar ante la inminencia de un último segundo.
¿Podrás atraparla entre tus dedos? ¿Podrás retenerla un poco más?
Muchas preguntas y el tiempo se agota. La arena de mi reloj cae por última vez, y ya nadie podrá darle la vuelta para recomenzar la cuenta-atrás.
Ya no queda arrepentimiento ni remordimientos por lo que una vez hice y fui.
Mi verdugo enrolla esa asquerosa maroma alrededor de mi garganta.
No, no llores ni te aflijas por mí, por mi partida.
No es más que un viaje de ida pero sin vuelta en busca de certezas absolutas, y lo único que puedo susurrar es que guardes mis palabras, así mi alma vivirá hoy y para siempre.
Y es el momento de mirar sin ver, de escuchar los que me verán morir sin oírlos realmente.
Todo parece equilibrarse por sí solo. Todo.
Es cuando te das cuenta de algo que siempre has ignorado, algo que ahora es tan simple como un chiste.
La vida es un truco de ilusiones, magia potagia que no entiendes hasta el final.
Extraño espejismo, ¿no crees?
Hasta que el sabor de la Muerte te lo descubre.
Todo cobra sentido.
Cuando ya no puedo mediar palabra.
(Se cierra el telón)
atte.
Gé
1 comentario:
Muy linda entrada, Te sigo!
http://mi-final-feliz.blogspot.com/
Besos (:
Publicar un comentario