
Él se marchó hará unos cuantos ayeres... y en ese momento, no me importaba.
No, no me importaba. Habían caprichos en el viento y fantasías aún por inventar.
Sin miradas ni secretos... lejos de un costado iluminado por el sol.
Nada de melodías quebradas bajo mis labios.
Pero ahora que he perdido el norte, he caído en la cuenta de que sus ojos brillaban cual diamante de siete colores.
Y así era.
Su mayor tesoro no solo se reducía al brillo de su mirada, si no también a su voz, al sonido que pronunciaba para hilvanar esas letras en palabras con significado.
A su talento.
A su indiscutible persona, que ha pasado a ser una leyenda más allá de lo que vemos... pero oímos.
Escuchamos...
y escucharemos.
Y pensar que una voz prodigiosa haya sucumbido de esta manera.
Se ha cumplido un año desde que se marchó a ocupar el lugar que le corresponde.
Unos dicen que se marchó a darle clases de canto a un coro celestial... Otros, que fue a reclamar su trono.
"What did you do to end here?" Ask Satan.
"GET OUT OF MY THRONE, BITCH!" answer Dio.
(un comentario en un video suyo en el Youtube. Me ha gustado xD)
En fin...
Odio el haberlo conocido después de su partida. Me hubiese encantado escucharle cuando aún seguía en los escenarios, con su grandeza innata, cuando su poderosa voz conmovía a cientos de mortales.
Eso sí que me hubiera gustado.
Ahora solo puedo conformarme con oír lo que ha dejado como herencia en la historia de la música.
En la historia de la melodía.
En la historia de las voces.
Ronald James Padavona.
Gracias.
¿Por qué?
Ya lo sabes.
Larga vida a Ronnie James.
[La primera parte de la entrada es parte de la letra de una de sus canciones, Rainbow Eyes, pero algo retocada por mí :)]
atte.
Gé